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¡Tres veces con cuchara a la semana!

Hace unos días en una entrevista desde el Times de Londres sobre mi reciente artículo en relación a la hora de la comida y la pérdida de peso del International Journal of Obesity, me preguntaron sobre las pautas de la Dieta Garaulet en la comida del mediodía. Les interesaba especialmente saber qué era lo que yo recomendaba a mis pacientes al mediodía y les dije: deben comer al menos tres veces a la semana con cuchara. ¿Por qué? Why with a spoon? me dijeron.  No lo entendieron. Creyeron que comer la hamburguesa con cuchara adelgazaba porque era más difícil partirla y así se comía menos.
Y es que estos anglosajones no saben qué es un plato de lentejas, de habichuelas, o un cocido, todos ellos platos de cuchara, y necesarios en una Dieta Mediterránea, y que incluso se deben aconsejar para adelgazar.
Muchos años llevo con la misma canción: ¡coman ustedes con cuchara!, encontrarán grandes beneficios. Recuerdo hace veinte años cuando estuve por primera vez en Boston. Recién llegada a Harvard, me sentía la reina del mundo. Conseguiría todo en la vida, pensaba. Recuerdo que a la semana de estar allí vi un cartel que decía, se precisa estudiante de Harvard para cuidar niños, no se permiten fumadores. Yo por entonces fumaba un paquete de tabaco diario, y además aunque esté feo decirlo, no me gustaban los niños. Así que desprecié el cartel, y pensé: yo no trabajaré en esto, pronto seré catedrática (he tardado 20 años en serlo), o entraré en un grupo de investigación que me permitirá sobrevivir en Boston (es ahora 22 años después cuando comienzo a alcanzar mi sueño como “visiting professor” en Harvard).
 En menos de tres meses, cuando vi que se nos terminaba el dinero, dejé de fumar para poder trabajar con niños y empecé a cuidar a un niño, que resultó ser encantador. Se llamaba Jonathan. Tenía 6 años de edad, le faltaba un riñón, y pesaba  menos de 15 kilos. Acababa de sufrir tres operaciones seguidas, y su recuperación se convirtió para mí en un reto personal. Nunca pensé que se podría querer tanto a alguien. Jonathan vivía en una casa fastuosa, de esas de película, en Lexington, una barriada de ricos americanos. Yo entraba a las 7 de la mañana, y tenía que avanzar dos kilómetros de finca de árboles de cinco metros de altura para llegar a la puerta principal de la casa de Jonathan. Por entonces yo vivía en Cambridge, al lado de “Harvard square”, y para llegar a Lexington debía de coger dos autobuses. Me levantaba a las cinco de la mañana, y mi marido Gabriel se levantaba conmigo por solidaridad. Los viernes, con mi dinero, yo compraba unas flores preciosas, e íbamos al cine. Gracias a este sueldo extra pudimos comprarnos dos bicis, y nuestra vida mejoró sustancialmente. Ya nos podíamos permitir esas cosas que parecen superfluas y que se convierten en indispensables, y recuerdo esa época con gran felicidad.
El niño comía sándwiches de mantequilla de cacahuete y gominolas, con vitamina A por la mañana, y con vitamina C, por la tarde. Sorprendentemente  no había ni una cuchara en esa casa. No la necesitaban. Para qué, si nunca tomaban sopas, ni cocidos, ni lentejas, ni cremas de verduras. Sólo comían carnes,  embutidos, hamburguesas, pizzas, etc. 
Así que un día, me armé de valor  y compré dos cucharas, una para Jonathan y otra para mí. Llamé a mi abuela, y le pedí varias recetas. Así introduje la Dieta Mediterránea en la vida de Jonathan. Empezó a estar bien nutrido,  a reírse, correr, etc. Y yo comprendí la importancia de seguir una dieta equilibrada con cuchara y así nació el Método Garaulet.
También aprendí que en España, si nos dejábamos llevar por la influencia americana, desaparecerían las cucharas de las casas.
La experiencia que inicialmente rechacé, fue en una de las mejores experiencias de mi vida. Cuidar a Jonathan me permitió cosas muy importantes: aprender a entender a los niños; llegar  a quererlos (conseguí adorarle); dejar de fumar (lo dejé el día que supe que me daban el trabajo); valorar a un marido que se levanta contigo a horas intempestivas (ahora no sé si lo haría después de 20 años de matrimonio); no despreciar los detalles superfluos de la vida (como son las flores naturales) y sobre todo, a partir de entonces decidí que mi misión a mi vuelta a España sería una: que no desaparecieran las cucharas de las casas.
Ahora estoy especialmente feliz, con el trabajo recién publicado en una de las mejores revistas de medicina,la “New England Journal of Medicine” liderado por españoles,  que dice al mundo que la Dieta Mediterránea es espectacular, y que todos deberíamos comer, como se comía en las casa de nuestros padres o abuelos, con cuchara.
Parto para Boston de nuevo en tres semanas. Meteré la cuchara en la maleta.
Marta Garaulet
Directora de Centros de Nutrición Garaulet

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