<%@LANGUAGE="VBSCRIPT" CODEPAGE="1252"%> La Clínica Garaulet

Ingesta abundante de cereales y legumbres
Verduras en alta proporción
Mucha fruta
Aceite de oliva como principal fuente de grasa
Bajo consumo de productos lácteos (generalmente yogures y quesos)
Alimentos cárnicos en poca cantidad: alto consumo de pescado y legumbres como fuente proteica
Consumo de vino en cantidades moderadas y durante las comidas

Ingesta abundante de cereales

El pan, la pasta, la patata, en definitiva los alimentos ricos en hidratos de carbono, han sido acusados durante muchos años de ser los principales responsables del exceso de peso corporal. Sin embargo, hoy en día sabemos que existen dos tipos de carbohidratos con efectos muy diferentes sobre la obesidad. Mientras los carbohidratos simples carecen de efecto saciante y presentan un potente poder estimulante insulinosecretor, la ingesta de carbohidratos complejos presenta numerosas ventajas en lo que al peso corporal se refiere. Estos nutrientes aportan la mitad de energía que las grasas a igualdad de peso; contienen fibra, que aumenta la saciedad y evita el estreñimiento; son los nutrientes con mayor capacidad de estimular su propia oxidación y de aumentar la termogénesis facultativa inducida por la dieta (Temblay, 1985, 1995), y además, presentan un efecto saciante significativamente mayor al de las grasas a través de acciones mediadas por la insulina (Heini et al.,1998).

Por todos estos factores, uno podría esperar que el contenido dietario de carbohidratos, por sí mismo, podría tener un impacto en la ingesta energética y por tanto influir en la cantidad de grasa almacenada en el tejido adiposo. De hecho, estudios epidemiológicos muestran una relación inversa entre el peso corporal y el porcentaje de energía de la dieta derivado de carbohidratos (Miller et al.,1994). Además estudios de intervención dietética muestran que una dieta ad libitum, alta en carbohidratos, causa pérdidas espontáneas de peso (Kendal et al.,1991).

Existen por tanto evidencias sustanciales para la hipótesis de que los contenidos de carbohidratos y grasa de la dieta presentan efectos opuestos en la ingesta de energía y en la grasa corporal. Cambios en el contenido total de nutrientes sin reducción en la ingesta energética influyen en los almacenes de grasa corporal y por tanto en el establecimiento o tratamiento de la obesidad.

Así mismo, los carbohidratos deberían recibir una atención especial en lo que a la obesidad se refiere por su importante papel en los desórdenes de comportamiento alimentario. Su relación con la serotonina, y por tanto con los estados de euforia y depresión, hace que este nutriente se asocie significativamente con los cambios psicológicos que conlleva la obesidad.

Los antojos por carbohidratos son comunes en la población en general y en especial en el sexo femenino, y varían estacionalmente siendo más frecuentes en invierno y otoño. Aún así, las mujeres con sobrepeso presentan estos antojos con mayor frecuencia y repartidos durante todo el año (Schoberberger et al.,1997). Además, diversos autores postulan que algunas obesidades se producen como consecuencia de una neurotransmisión serotoninérgica defectuosa, dando lugar a un tipo de obesidad determinada y definida como obesidad “adicta” a carbohidratos (Toornvliet et al.,1998), aunque sobre esta clasificación existen opiniones contrarias. Por todos estos factores la proporción elevada de cereales en la alimentación, propia de la dieta mediterránea es muy recomendable en el tratamiento dietético de la obesidad.

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