Desde Boston con amor
He vuelto a Boston de nuevo, al mismo caldo de cultivo que me hizo diseñar un método mediterráneo de adelgazamiento, pero 22 años después.
Pienso que ahora no se me hubiera ocurrido hacer el Método Garaulet. A diferencia de entonces ya no me impacta la obesidad americana. Tampoco me impactan los tamaños de ración que entonces me parecían pecaminosos, y ahora son comparables a los que tenemos en la mayoría de los restaurantes españoles. Ni siquiera me sorprende ver al americano de a pie, con sus cascos de música y su bebida azucarada de tamaño de medio litro andando por la calle.
No me sorprenden los coches, diseñados para llevar la bebida al lado del conductor, ni tampoco los cines que huelen a palomitas. Ni los restaurantes mexicanos que por entonces me parecían tan novedosos, el guacamole, los nachos, la coronita, los brownies o las cookies de chocolate. Todo esto sin excepción está tan inmerso ya en la sociedad española que prácticamente no somos conscientes de que en realidad no nos pertenece. No existía en nuestras vidas hace unos pocos años y por desgracia ya está metido en nuestras casas.
Lo que sí me sigue impactando de esta sociedad es su capacidad de sorpresa. Su mente infantil que en parte permite a los americanos seguir siendo niños para siempre; su falta de prejuicios a la hora de vestirse y salir a la calle porque nadie opina; o su libertad para usar palabras bonitas como amor, amistad, o ilusión en su vocabulario diario sin sentirse avergonzados. Ayer mismo Obama dijo al menos diez veces la palabra LOVE en su discurso sobre la tragedia de Boston. ¿Os imagináis a Rajoy diciendo la palabra AMOR en los debates sobre el estado de la nación?
Me sigue sorprendiendo la seguridad que tienen de que los sueños son factibles de ser alcanzados. La ilusión que ponen en las pequeñas y grandes batallas que emprenden, desde cuidar sus jardines hasta diseñar elegantes trabajos de investigación. Y por qué no decirlo su confianza en la nación, en el sistema, en sus políticos, en sus comunidades, incluso en las reuniones de escalera en las que se reparten los cuidados de las flores del jardín comunitario.
Me sorprende cómo cuidan su ciudad. Consideran el espacio público como privado, las flores de la calzada como propias, lo que permite que la ciudad esté preciosa y que sea casi inaudito ver un grafiti en las calles, al igual que nadie los pintaría en la pared de su salón.
También me asombra la facilidad que tienen de ponerse unos zapatos de deporte e irse a correr a cualquier calle, jardín, o espacio público y la capacidad de incorporar en su cultura las ideas o hábitos de otras culturas sin excepción, siempre y cuando les parezcan interesantes.
Menos mal que nos queda todavía “la Dieta Mediterránea” pero debemos tener cuidado. Como nos descuidemos acabaremos comiendo pizzas, nachos, hamburguesas, grandes raciones de alimentos y bebidas azucaradas y seremos muy obesos.
Y dentro de unos años cuando vuelva por aquí me encontraré a los norteamericanos delgados y en sus casas tendrán cucharas en sus cajones, gazpacho para comer y paparajotes de postre.
Marta Garaulet Aza
Catedrática de Fisiología. Universidad de Murcia
Directora de Investigación de Centros de Nutrición Garaulet
Que bonito,Marta enhorabuena por todos tus logros personales y profesionales,la verdad es que nos venden la comida made in usa como lo más y no nos damos cuenta del tesoro milenario que tenemos con nuestro aceite de oliva y nuestras lentejas,pero qué bonito era Boston,tengo que volver y enseñarselo a mi maridito y a mis niños que ya no son tan niños,un besazo enorme y disfruta,que eres una crack.