El efecto yo-yó

 

Por fin has perdido peso. Después de grandes esfuerzos, de una férrea disciplina, tras semanas de pechuga y lechuga, de no
probar el pan y de eliminar de tu vida lo que más te gusta, como puede ser salir con tus amigos, tu báscula te indica que has
alcanzado tu meta, tus sufrimientos han llegado a su fin. Vuelves a ponerte aquellos vaqueros que llevaban años en tu armario
esperando ser utilizados, te encuentras otra vez flexible, ágil, subes de dos en dos las escaleras que tanto te costaba
subir. Todo el mundo te felicita, y realmente te sientes orgulloso, has conseguido tu objetivo de los últimos meses: alcanzar
tu peso deseado.
¿Y ahora qué? Quizás al principio del mantenimiento, por respeto a la dieta, sigues algunas de las pautas que te habías
impuesto, puede ser que sigas mirando el pan, los dulces o el alcohol, con cierto miedo, como se miran a los grandes enemigos
que te pueden hacer caer. Y, sin embargo, casi de forma irremediable, sin darte cuenta, poco a poco comienzas a ponerte los
pantalones más holgados, a guardar el cinturón pequeño y sustituirlo por el intermedio y las ropas viejas vuelven de nuevo,
tímidamente, a tomar su puesto en el armario, relevando a los famosos vaqueros que tanto te costó ponerte. Estás engordando.
Esta situación se repite hasta en el 80% de los casos de personas que han realizado dietas de adelgazamiento, en su mayoría
cuando éstas son desequilibradas, hiperproteicas, disociadas etc.. Se llama efecto yo-yó porque el peso baja y sube
rapidísimamente, igual que un yo-yó, sin conseguir mantenerse estable.
Te preguntarás por qué sucede. Fisiológicamente, tu organismo va a tratar de recuperar el peso inicial, aquél que reconoce
como suyo, el que más tiempo has mantenido. Tu pérdida de peso la considera como un accidente, una situación pasajera
consecuencia de algún estrés metabólico del que debe salir para recuperar su normalidad.
Ahora después de la dieta y por la disminución del tejido adiposo, los valores de leptina van a ser menores. Además, se va a
producir un aumento de la ghrelina, hormona estimulante de apetito y culpable de la sensación de estómago vacío. Estos
cambios hormonales, entre tros factores te van a llevar a tener un apetito considerable que te dificultará el seguimiento de
unas pautas dietéticas adecuadas. Recuerda que la leptina es una proteína capaz de disminuir tu apetito y aumentar tu gasto
energético.
Recuerda: Estos cambios fisiológicos son más pronunciados si la pérdida de peso ha sido muy rápida, si la dieta que has
seguido es muy desequilibrada, de bajo contenido calórico y en especial si carece de carbohidratos, es como si tu organismo
detectara una situación de peligro y “pusiera las rejas”

Consejo: ¡Ojo! Trata de adelgazar lentamente, huye de las dietas hipergrasas, hiperproteicas o disociadas, la pérdida de peso
generalmente se acompaña de una aumento descontrolado del apetito. Si sigues una dieta hipocalórica, con suficiente contenido
en carbohidratos, y un control moderado de la grasa, tendrás grandes compensaciones en tu mantenimiento.

Marta Garaulet Aza
Directora de los Centros Garaulet