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Obesidad: ¿sólo depende de la comida?

El sobrepeso y la obesidad han demostrado ser un problema endémico en los países desarrollados, siendo un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y problemas articulares.
La causa inmediata es un balance energético positivo entre lo que se ingiere y lo que se gasta, o lo que es lo mismo, comemos más que gastamos. Pero ello no significa que comer mucho sea signo de obesidad o que los obesos coman más que los que no lo son, simplemente su balance energético hace que almacenen más o menos. Existen numerosos factores asociados al hecho de comer que pueden ser determinantes en el sobrepeso.
- Nuestra cultura gira en torno al hecho de comer, y la comida posee una función social marcada. En muchos casos los factores sociales y psicológicos tienen un peso importante en el desequilibrio calórico. Reuniones sociales, actividades laborales rematadas con una comida de negocios, e incluso celebraciones familiares que se realizan en torno a una mesa pueden hacer que nuestra ingesta sea superior a la habitual. La comida une a la gente, pero a veces se esconden problemas de relación que ocasionan alteraciones en muchos casos relacionados con gustos y preferencias y derivan en modificaciones en los hábitos alimentarios.
- Comida basura o fast-food en exceso, en ocasiones a causa del ritmo de vida frenético. Ello ocasiona que infravaloremos la comida y no demos importancia al equilibrio nutricional. Ello se agrava si además la actividad de comer la realizamos junto con otra actividad como ver televisión, caminar o trabajar. Son comidas con demasiada grasa y altísimo contenido energético que no somos capaces de compensar con un aumento de actividad física.
- El picoteo abundante como hábito alimentario previo a las comidas principales se presenta en más del 35% de los obesos. En muchos casos este picoteo viene asociado a problemas emocionales, estrés o aburrimiento, generando un sentimiento de culpabilidad que agrava la situación porque se esconde el hecho no buscando una solución. En estos casos lo principal es no tener los alimentos a la vista o incluso eliminar de casa los más peligrosos.
- El sedentarismo es una de las causas importantes de la obesidad. La sociedad actual fomenta el sedentarismo. Por ello unos factores sociales o ambientales que propician comer en exceso unido a una disminución progresiva del ejercicio físico ocasionan sobre exceso calórico en el balance energético que comentábamos al principio. El uso del teléfono móvil, la televisión, la vida urbana, jornada laboral, avances tecnológicos en electrodomésticos, etc, han hecho que nuestro nivel de actividad física cotidiana sea en muchos casos inexistente. Esto es especialmente grave en niños y adolescentes que pasan mucho tiempo frente al televisor o videojuegos y cuyos índices de obesidad aumentan de forma exponencial. Un estudio demostró que el 17% de los casos de sobrepeso, 15% de colesterol alto, 17% de tabaquismo y 15% de mala forma física se deben a un exceso de horas de televisor en infancia y adolescencia. A ello se une que en estos casos el estilo de alimentación se basa en comida basura superando el 25% de la base de la dieta.
- Comer en familia es un factor de protección para la obesidad y otras patologías del comportamiento alimentario. La comida en familia fomenta el consumo de plato de cuchara que contiene por regla general un nivel calórico menor y con alimentos más sanos. En familia es más fácil fomentar la Dieta Mediterránea con una mejora sustancial en la calidad y en los hábitos alimentarios. Se consumen mayores cantidades de legumbres, frutas y verduras y menos cantidad de alimentos básicamente energéticos. Si a ello le añadimos que se fomentan hábitos saludables, la comida en familia debe ser una prioridad en nuestros hogares.
Como hemos visto el sobrepeso y la obesidad dependen en gran medida, no sólo de la cantidad de comida, sino de factores asociados al estilo de vida actual. Fomentar buenos hábitos alimentarios y prácticas culinarias son una garantía de mejora en la salud y concretamente en el control de nuestro peso.

Juan Miguel Ruiz Amaya
Responsable Centro Garaulet Albacete

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La importancia de los hábitos alimentarios en la infancia

Para adquirir un hábito alimentario adecuado, lo más importante es cuidar lo que hacemos con nuestra alimentación durante la infancia.
Para que un niño se sienta seguro tiene que adquirir hábitos. Los niños no conocen el orden cuando nacen. Los adultos tenemos que ayudarles a organizar su vida mediante horarios estables asociados a rutinas, es decir, actividades que se hacen todos los días de la misma manera. De esta forma asimilan un esquema de orden interno que convierte su mundo en un lugar predecible y, por tanto, seguro. La alimentación y el sueño son los dos primeros hábitos que tienen que aprender los niños. La higiene es otro de los primeros hábitos que aprenden.
Para que algo se convierta en hábito debe repetirse en un mismo sitio, a la misma hora y a la misma manera. De hecho, en el propio comedor escolar, ya hay unas horas determinadas para comer y una forma preestablecida de hacerlo.
Cuando los hábitos que practica el niño no son adecuados, muchas veces, acaban convirtiéndose en manías difíciles de corregir.
Si al niño no se le ofrece seguridad, pueden aparecer los miedos.
Además en los niños, los hábitos alimentarios adquiridos en la edad más temprana van a influir decisivamente en el futuro.
Para que un niño se sienta protegido, tiene que tener límites que traducidos en normas, les dicen hasta dónde pueden llegar. Las normas deben ir acompañadas de consecuencias, pues según éstas el niño comprende lo que puede y lo que no puede hacer.
Si un niño come lo que quiere y como quiere, también estudiará cuando quiera, recogerá sus cosas cuando le venga en gana, o ni lo hará….
Los límites son una referencia que les enseña qué puede y qué no puede hacer.
Nos puede ayudar esto a la hora de marcar criterios para que un niño adquiera un correcto hábito alimentario:
1. Debemos estar absolutamente seguros y convencidos de que el niño tiene que cumplir lo que le pedimos para no flaquear en el intento. Y nunca pedirle algo que exceda sus posibilidades.
2. La comunicación no verbal tiene mucha fuerza: para que esta sea la adecuada, deberemos buscar el contacto visual antes de hablar, si hace falta, ponernos a su altura. Si el niño nos mira es más fácil que nos atienda. Tratar de no mover las manos en exceso, mejor poner la atención en nuestro rostro. Brazos en jarra y piernas entreabiertas ayudan a prestar atención a lo que estamos pidiendo.
Un carraspeo consciente o negar con la cabeza advierte al niño de nuestra disconformidad sin tener que decírselo.
Las manos unidas detrás de la espalda, junto con la cabeza y barbillas elevadas, imprimen autoridad.
3. En cuanto a la voz: expresar la orden hablando un poco más lento de lo normal.
Evitar coletillas y rodeos, ser claros con la orden.
Y es muy importante el refuerzo positivo si nos ha hecho caso. Un abrazo, un beso, elogiarles en público, son premios que les ayudarán a ganar en autoestima.
Mediante la alimentación también se fomenta la autonomía del niño, de hecho los niños de tres años, muchas veces no dejan que les ayudemos a comer, quieren hacerlo solos. Es preciso dejarles, en su medida, que lo hagan.

Ana Benedicto
Responsable Centro Garaulet Castellón

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