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La importancia de comer en familia

Hace un tiempo, en un congreso al que acudí de Nutrición y Alimentación uno de los ponentes comentaba durante su charla el enorme parecido que existía en la actualidad en la conducta alimentaria entre el hombre prehistórico y nuestros adolescentes: nuestros chicos, decía, se asemejaban al hombre de Cromagnon. Leer más

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Y ¿tu hijo? Sabes si está comiendo bien. Aplica este test de dieta mediterránea y sabrás la respuesta

Con los años, el concepto de una buena dieta ha cambiado de manera espectacular. En 1824, “The Family Oracle of Good Health”, publicado en Inglaterra, recomendaba a las jóvenes que desayunaran lo siguiente: “galletas (no pan), filetes o chuletas asadas, poco hechos, sin grasa y media cerveza. También sugerían “una tacita de desayuno de un buen té o café bien cargado, ya que el té o el café flojo, siempre es malo para los nervios así como para la complexión”. Leer más

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Tu año puede ser éste. Depende en gran medida de ti.

Empezamos un nuevo año con muchísimas ganas de mejorar, de hacer nuevas cosas, de evolucionar. Algunos esperan conocer a la mujer o al hombre de sus vidas, quieren que este sea el año de su boda, el año que encontrarán un trabajo fenomenal, o el que por fin les toque la lotería. Leer más

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No estamos predestinados por nuestros genes

Durante mucho tiempo se creía que nuestro componente genético se debía a la secuencia de nucleótidos en el ADN; es decir, se pensaba que si poseemos un alelo de un gen o una mutación que marca para una determinada enfermedad, irremediablemente deberíamos padecer dicha enfermedad.

Sin embargo, hoy en día se conoce que el poder abrumador que creíamos que poseían los genes no es tan trascendental; en nuestro genoma pueden existir alelos que codifican enfermedades u otras características fenotípicas que puede que no se lleguen a expresar en ningún momento de la vida del individuo, o que sólo se expresen ante circunstancias ambientales particulares. Así, los genes estarían sujetos a interruptores que los encienden y apagan alterando el fenotipo de la persona. El estudio de estos interruptores génicos se denomina epigenética.

En este sentido y en contra de lo que inicialmente se creía, la investigación actual demuestra que no estamos predeterminados por nuestro genoma. Sino que las acciones que llevemos a cabo en nuestras vidas, es decir, lo que comemos, cómo dormimos, si hacemos ejercicio o incluso cómo usamos nuestra mente, pueden cambiar nuestro epigenoma, pueden cambiar nuestros genes y en definitiva pueden cambiar nuestro destino.

Esta idea optimista de la herencia presenta una gran importancia ya que estos cambios no están restringidos a nosotros, sino que parece ser que pueden pasar a nuestros hijos o incluso a los hijos de nuestros hijos. En otras palabras, la epigenética NO cambia el ADN, pero decide cuánto o si algunos genes se expresan o no en diferentes células de nuestro cuerpo.

¡Podemos modificar nuestros genes comiendo bien!
Según un estudio realizado por nuestro grupo de investigación en 60 mujeres en las que se incluían 20 de peso normal, 20 con sobrepeso y 20 obesas, observamos que el grado de metilación del ADN del gen “reloj” CLOCK aumentaba con la obesidad. Este gen reloj, junto con otros genes de la misma familia, pone en hora a nuestro organismo. Cuando el gen CLOCK no se expresa bien, hay mayor tendencia a la obesidad, a presentar peor calidad del sueño, y a acumular más grasa en la cintura. Nuestros resultados mostraron además que aquellas mujeres que picaban con frecuencia, comían rápido, o comían cuando estaban aburridas, llegaban a metilar el gen CLOCK, hasta ¡12 veces más!, lo que dificulta la expresión del gen y por tanto su funcionamiento.
Pero ¿sabéis lo mejor? esta metilación es reversible. Si durante un tiempo dejamos de picar entre horas, ya no comemos cuando estemos aburridos o comemos un poco más despacio, “desmetilaremos” en gen CLOCK, haremos que se exprese mejor,  esto nos ayudará a estar más delgados, dormir mejor, y en definitiva a estar más sanos.

No comas cuando estés aburrido, estarás metilando el gen CLOCK, je, je
Marta Garaulet Aza
Directora Centros Garaulet

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Después de comer salado, me apetece dulce. ¿Por qué?

Quizás has observado que a menudo cuando sentimos apetito e iniciamos la ingesta generalmente nos apetece tomar alimentos salados, con alto contenido en grasas y proteínas, como un bocadillo de chorizo o un plato de paella. Pocas veces sucede que para empezar a comer nos apetezca un dulce de chocolate. Sin embargo, después de tomarnos un plato de cocido, unas lentejas estofadas o unos macarrones con atún, parece que necesitamos, casi con urgencia, rematar la comida con un postre dulce rico en azúcares.

En nuestro sistema digestivo además de los receptores mecánicos que responden al llenado del estómago trasmitiéndonos una sensación de hinchazón, también disponemos de unos receptores químicos, más sofisticados, que se saturan de forma selectiva con las diferentes sustancias o nutrientes de los alimentos. De estos receptores químicos son los receptores de lo salado los primeros que se saturan, y hasta que éstos no están saturados no comienzan a estimularse los receptores químicos sensibles a lo dulce. Este mecanismo fisiológico condiciona que a menudo no nos quedemos satisfechos si no finalizamos la comida con un apetitoso postre azucarado.

Una de las ventajas nutricionales de la cultura mediterránea es que, generalmente, se propone  como postre la fruta, que es capaz de saturar de igual manera los receptores a lo dulce por su contenido en azúcares simples y además aporta poquísimas calorías.

 

Si quieres perder peso, mantener el peso perdido o simplemente llevar una dieta equilibrada, trata de acabar tus comidas con un postre de fruta. Te saciará en la necesidad fisiológica de lo dulce y te aportará a su vez una gran cantidad de minerales y fibra, todo ello acompañado de poquísimas calorías.

Marta Garaulet Aza

Directora Centros Nutrición Garaulet

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¿Cuáles son los alimentos que más sacian?

A veces nos sucede que al poco tiempo de haber comido volvemos a sentir apetito, como si hubieran transcurrido muchas horas desde que tomamos el último bocado. Otras veces, en cambio, nos pasa que con una pequeña tapa a media mañana parece que se nos quita el apetito y ya no tenemos hambre cuando llega la hora de la comida. Leer más

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Me siento lleno

Desde mediados del siglo XX, la mayoría de los estudios de investigación sobre hambre y saciedad se han centrado en el papel del estómago y control de su ingesta. En una serie de experimentos realizados en monos se demostró que la velocidad de vaciado del estómago después de una comida influye en el mecanismo de la alimentación y puede ser una de las causas más importantes de la saciedad. Leer más

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Los antojos y los ataques irrefrenables

Si no puedes resistirte ante tu comida favorita, si no te apetece una gran ensalada y, sin embargo, matarías por una bolsa de patatas fritas, seguramente no tienes hambre, lo que tienes es un antojo. Estos antojos son deseos intensos de comer un alimento en particular o una comida especial. Leer más